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Cine para la Integración

Esta semana arranca en Valencia la tercera edición del Festival Internacional de Cine para la Integración, festival que como su propio nombre indica, pretende convertirse en pieza de unión fundamental entre todas las culturas que actualmente se entremezclan en nuestras ciudades, y que concretamente en la capital levantina, ya representan a más de cincuenta nacionalidades, tal y como manifestó Marta Torrado, concejala de Bienestar Social e Integración en rueda de prensa, donde también el Conseller de Inmigración y Ciudadanía Rafael Blasco, recordaba que la integración social es un hecho real en la Comunidad Valenciana, donde en la actualidad conviven más de 847.000 inmigrantes.

El cine constituye una de las herramientas de comunicación más eficaces a la hora de trasladar a la sociedad unas ideas, unas costumbres, e incluso unos valores y unos comportamientos, comportamientos y actitudes que desde este festival, se pretende sean de tolerancia y respeto para todos.

Las sociedades generalmente temen a lo desconocido, y este es precisamente el reto del "Cine para la Integración", “romper las barreras de ese desconocimiento”, acercando al público las diversas realidades culturales mediante el lenguaje universal de la gran pantalla. Mi enhorabuena, pues, a los responsables de este festival por tan importante labor y empeño.

También quiero agradecer que esta edición la hayan dedicado al pueblo gitano, a nuestra cultura y a tratar de “derribar” los estereotipos que tanto daño nos hacen, por ello, la Federación Maranatha ha colaborado muy intensamente en todo cuanto hemos podido, como cuestiones de asesoramiento, personal técnico y artístico para el spot de TV, infraestructuras y equipamiento, difusión del evento, o actuaciones para el acto inaugural, donde tendremos ocasión de ver y escuchar en directo al grupo flamenco Jardanays, y deleitarnos con la cálida y desgarrada declamación de un poema de Lorca de la mano de María Haya.

Pero no puedo concluir este editorial sin dejar de expresar mi tristeza, y una cierta desesperanza, al recordar que somos, y que quizás lo seamos siempre, el único pueblo sobre la faz de la tierra al que se le tiene vedado una verdadera acogida en ningún lugar del mundo.

Ni guineanos, ni rumanos, ni colombianos necesitan una integración cuando se hallan en sus países de origen, algo bien distinto a lo que sucede con cualquier gitano del planeta, pues todavía debemos continuar luchando por un reconocimiento real para poder dejar de  sentimos como “exiliados en nuestros propios hogares", cuando en lo mas profundo de los corazones aún seguimos percibiendo, hiriente y punzante, el frío rechazo de las sociedades.

José Alfredo Maya Maya